Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

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domingo, 9 de diciembre de 2012

Inglaterra.

Me siento dividida en dos. Estoy aquí, ésta es mi vida, mi gente, mis cosas que hacer que me arrebatan la mitad del tiempo para que no piense. Pero aquí estoy, con la otra mitad.
Por una parte me gusta este odio íntimo que experimento, esta interna sensación de frustración. Vida humilde y corriente, con problemas comunes que te ayudan a valorar, familia con la que reñir y amigos con los que ya no experimentas la bonita sensación de irse conociendo, pero con los que puedes ser simplemente tú.
La otra mitad de mí se ha quedado en otro país, en otra rutina que me hizo feliz. Cuando cogí el avión ni esa felicidad ni esa mitad de mí cabían conmigo y en mi plaza.
Cuando me levantaba a las seis menos cuarto y pensaba en lo feliz que era. A esa hora, con ese frío, pero con tanto por vivir en un único día... La rutina que no aburre, porque es una nueva rutina y te encanta. Necesito volver a perderme entre casas iguales, enseñar mi pase de autobús y mi aún mejorable inglés. Prefiero ir por la calle y que nadie nos entienda.

Esta mitad de mí se ha quedado incluso lejos del aeropuerto y no quiero que vuelva. Es más, tengo miedo a que lo haga. Lo que quiero es volver yo misma y reunir las dos mitades cada cierto tiempo. No quiero hacer del pasado un bonito recuerdo. Si me hizo feliz, por qué pisarlo. Quiero revivirlo año tras año, aunque al subir al avión vuelva a hacerme daño y se expire de nuevo la mitad de mi felicidad.

Quizá me esté equivocando en mis decisiones mentales, pero lo que tengo claro es que esta sería la mejor equivocación entre mis equivocaciones.