Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

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domingo, 17 de abril de 2016

Sin conexión

Cientas de toses se alimentan al escuchar su eco. Buscan, muy tensas, un silencio cómodo por el que vagar. Sus poses son rígidas, sus teces grises. Un banco más de peces que cambian de color sólo cuando abandonan el banco y se vuelven del mismo (homogéneo, estándar, triste) cuando se juntan sin un motivo más allá que el de seguir nadando en la misma dirección. Una batalla constante entre la frecuencia y el tiempo; la primera tiene prisa y puede hacer que me rinda. El segundo persevera y nadie ha conseguido nunca frenarle. Monumentos, relaciones, objetos: mido su valor en años. Años vacíos, años intensos, años. Pasan y son entonces otras palabras las que me provocan ilusión de frecuencia. Pasan los días, y son otras palabras las que frecuento.


Con el don de describir con las palabras exactas un sabor que no he probado, cojo el móvil a punto de caer bajo los efectos del sueño y, con toda mi voluntad (que no me cuesta levantar en absoluto) escribo en sus notas lo que mi mente logra retener del pensamiento mágico de hace unos segundos. Sin embargo, toda esa voluntad se convierte en desmotivación cuando suena el despertador antes del mediodía, durante o cuando ya ha pasado. Dame una razón para sacar estas ganas de la cama y que se miren con cariño en el lavabo. Me paso los días escribiendo cómo me sobrepasan los días.  Como Muriel, me imagino con una máquina de escribir en frente de mi ventana, pero sin embargo mis dedos se deslizan sobre un teclado táctil o escribo palabras ilegibles con un Bic al que le doy diez días de vida. El tiempo y la frecuencia han marcado el fin y el principio de cada época.