Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

Seguidores

domingo, 22 de mayo de 2016

1

Recuerdo el hormigueo en las manos, esa sensación de placer que provocan los nervios cuando el sentimiento se muestra indomable. Recuerdo mirarme al espejo durante tanto tiempo que concluí en taparlo para centrarme. Recuerdo el sol calentándome tan fuerte al caminar que incluso pude odiarlo y, no mucho tiempo después, temblar de frío durante tantas horas que al regresar a casa el calor no volvía a mi cuerpo ni con cuatro mantas. Recuerdo volver a desear que me calentase el sol, pero ya era tarde. Lo quería conmigo cuando ya se había ido.

Recuerdo desear que me creciesen los pechos, mirarlos, regarme en la ducha por el placer de sentir el agua caliente correr por todo mi cuerpo, partiendo de las raíces de mi pelo hasta gotear desde las puntas al suelo. Ducharme durante más tiempo del necesario; utilizar la relajación y el sonido del agua para una reflexión inconsciente, la más productiva del día. Creer firmemente que si fuese una planta, mi última hoja tocaría nuestro techo. Recuerdo que me doliesen mucho antes de empezar a sangrar sin caídas.

Recuerdo perder el miedo a la oscuridad, en la oscuridad. No recuerdo la última vez que lo sentí dentro. Ahora busco adrenalina, pero evito el pánico. Echo en falta creer verbalizarlo con precisión; ahora sólo soy más práctica.

Recuerdo escucharle cantar muy bajo en una esquina solitaria, cerca de aquel antro. Recuerdo sus ojos muy abiertos cuando delante suya se metieron las primeras rayas de cocaína. Primer impacto. Cambiamos de tema y pareció que desaparecía. Sin embargo, lo que un día evitas, no se mueve del sitio.

He tenido más de siete vidas, pude empezar más de una vez al levantarme. Pronto el hábito volvía a hacerme monje. Recuerdo haber hablado con Dios, hoy sé que no es cierto, he podido evolucionar hasta por fin sentirme a gusto.
Recuerdo haber creído con seguridad que quien me quería deseaba hacerme daño. He creído tantas cosas que resultaron ser falsas con el tiempo, que ya no puedo creer, mucho menos sin cuestionármelo. Lo siento muy dentro hasta desgastarlo. No tengo los pies en el suelo, por eso no sé hacia dónde estoy caminando.