Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

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viernes, 30 de marzo de 2012

Cuestión de huchas.

Hemos cambiado un '¿te ha besado?' por un '¿te lo has tirado?' y cada año con un año menos.
Niñas de trece años con escotes hasta el ombligo, con fotos que dejan ver su poca capacidad para pensar y con un vocabulario que asusta. 
Niñas que en menos de un par de años romperán su himen y, mucho antes, perderán la dignidad.
Sois un puto adorno, un objeto, un juguete, un pasatiempo. Pero ese tiempo también pasa para vosotras. Pasa, y no vuelve. 
Éste es el lugar de los escotes en invierno, el lugar donde reina la necesidad absoluta de llamar la atención,  donde los niños queremos vivirlo todo en un mismo periodo, y no nos damos cuenta de que, intentando llegar más allá de lo que deberíamos, la acera aún no está construida, y es muy probable que nos atropellen en una zona donde no deberíamos caminar.

viernes, 16 de marzo de 2012

Esto es todo menos justo. Nosotros somos todo, menos justos.

Accidente, tragedia. Se te encoge el corazón y piensas, ¿cómo reaccionaría yo si quienes se hubiesen muerto fueran personas imprescindibles para mí? Leer el periódico puede dejarte con mal cuerpo para todo el día. El no parar de pensar, de darle vueltas a la cabeza. ¿Cómo se encontraran entonces los seres queridos de estas personas?
Me encuentro mal y, finalmente, pienso que hoy voy a tener un mal día.
Y sí, fue así. Es increíble con que facilidad nos olvidamos de los problemas que no son nuestros. Y esa es la diferencia. Al día siguiente tú vuelves a sonreír, pero ellos no volverán a ser los mismos. Esto les marcará para siempre, y de que manera. Una herida imposible de localizar. Una herida subjetiva, pero que duele más que ninguna.
Demasiadas personas han tenido que aprender a dejar correr lágrimas por sus mejillas sin sentir la necesitad de secarlas.
Las noches son distintas. Cada noche implica recordar. Una tragedia te enseña muchas cosas, pero no vale la pena. El precio a pagar es mucho más del que le desearías al que tanto odias.
Los años pasarán y aprenderás a vivir de otra manera con ese dolor. Sonrisas tristes que reflejan tantas cosas... Pero su muerte no es tu muerte, sólo es la muerte de una parte de ti. Suena duro y es cierto a su vez.  Volverás a sonreír. A su tiempo, poco a poco. Seguirás sintiendo ese pequeño vacío de que algo te falta, recordarás y sufrirás, pero ahora con un enfoque diferente. Finalmente, y aunque ahora no te lo creas, recordarás todos los momentos, todas las cosas buenas. Llegarás a recordar esos momentos de alegría sin que duela.
Y ahora me dirijo a todas las personas que no han pasado por esto:
¿De verdad merece la pena sufrir por problemas de mierda?
Disfruta.
Recuerda esto.

viernes, 2 de marzo de 2012

Historia de muchos, injusticia de nadie.

Catorce años. Esta sociedad me asusta. No quiero caer, no quiero acabar siendo como ellos. Y sé que no lo haré, tengo fe en ello. Sé que nunca daré ni una sola calada, sé que nunca beberé hasta perder la cabeza. Seré una persona ejemplar, al menos en esto. Estoy seguro de ello.

Quince años. Todo va mal, esta situación me está matando. Por dentro me consumo lentamente. La situación familiar es insostenible y esto lo ha empeorado todo.

Meses después, todo sigue igual. Él dice que esto me ayudará, que me olvidaré de todo y de todos y que podré, por fin, estar tranquilo y disfrutar. Es de noche, hace frío... La oferta es tentadora. Mil imágenes pasan por mi cabeza, y todas las promesas que hoy voy a romper. Él sigue con el porro en mano, ofreciéndolo. Yo lo cojo y me olvido de todo. Me prometo a mí mismo que esto no se repetirá otra vez.

Más meses que pasan. Salgo de casa dando un portazo. Es de noche, no tengo a dónde ir. Como siempre, hace frío en la calle. Voy a beber hasta perder el sentido, es lo único que creo poder hacer.

Diecisiete años. Noches de litros de alcohol y decenas de caladas, mi rutina de fin de semana. Yo controlo, mamá. No me pasará nada, mamá. Sé lo que hago, mamá.
Pero ella no lo sabe.

Meses más tarde. He dejado los estudios. Entre una cosa y otra, mamá no para de llorar, ahora estoy acostumbrado. No sirvo para nada y a cada calada peor me siento. Las noches no son lo que eran. Salgo para divertirme, pero lo he dejado todo para hacerlo.
Me siento sucio por mucho que me lave las manos. Todo iba mal, yo lo empeoré.