Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

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viernes, 29 de junio de 2012

Ansiedad.

No puedo parar de juntar las manos, de mirarme las uñas, de hacer que mis dedos se doblen para coger las mangas de mi jersey y estirarlas con fuerza. No soy capaz de penetrar en sus mentes, no salen de las conversaciones de siempre y tantas personas están amontonadas en esta habitación que consumen el oxígeno que yo necesito en grandes cantidades.
Y estás ahí, los ves a todos en su salsa, disfrutando, divirtiéndose, y te das cuenta de que la que parece que no es feliz eres tú, por muy al contrario que sea.
Rodeada de gente, pero más sola que nada.Sus voces retumban, y yo con mis oídos zumbando y mi jersey ya estirado, se mezclan los gritos con las carcajadas y las frases sueltas que se repiten y se repiten. Pero el agobio los engulle a todos a tu mirada, porque eres como un pez fuera del agua.

viernes, 15 de junio de 2012

Nacer y morir, como el amor y el odio.

Nacemos, después queremos comernos el mundo, nuestras ganas de vivir se creen la cumbre del árbol Existencia, pero en realidad el momento de llegar al pico más alto de esta montaña es cuando sentamos la cabeza. Vivimos, llevamos miles de responsabilidades en nuestro interior, pero esta cabeza ya madura es medianamente feliz y 'va tirando', porque se conforma con esa vida cotidiana sin sobresaltos si al fin y al cabo, vive.
Pero pronto algo dentro de nosotros vuelve a realizar un cambio. Aparcamos en el medio siglo, falta mucho para poner el cuerpo entero en otro lugar que no es este suelo, pero ya nos sentimos derrotados. Ya no estamos en lo más alto, hemos retrocedido. Pensamos, pensamos demasiado; volvemos a estar llenos de inquietudes, intentamos hacer ver que estos años que nos pisotean no lo hacen con tanta fuerza, que seguimos siendo aquellos adolescentes, tanto psicológica como físicamente. Como cualquiera de ellos, no reconocemos lo que en cierto modo parecería imposible de negar; nos obcecamos y decimos que este cuerpo aguanta, porque siempre ha aguantado.
Seguimos retrocediendo a medida que el tiempo pasa. No existimos, intentamos comernos el mundo, sentamos la cabeza y vuelta a comernos el mundo, y vuelta a dejar de existir.
Tenemos ya los ochenta y uno, la anterior batalla perdida pero con algunas razones para sonreír. Pero aún siendo más expertos que nadie, nos tratan como a niños. No nos enteramos, quizá volvamos a necesitar tanta ayuda como esos seres de incluso menos un metro de altura que nos resultan tan lejanos y tan aferrados a la vida, tan contrarios a nosotros. Pero no están tan lejos como pensamos.
Y así vamos fase por fase, hasta que volvemos a dejar de existir. Curioso circuito el de la vida, terminar de la misma manera con la que todo empieza.

viernes, 8 de junio de 2012

La necesidad del recorrido y el recorrido de la necesidad.

Es curioso como avanza nuestra necesidad a medida que vamos creciendo, ayer me conformaba con un simple sello de unos labios, y hoy, después de intimar con alguien que encima apenas conozco, sólo se me ocurre encender un cigarrillo.

Tan sólo era un crío cuando una chica empezó a gustarme. Por supuesto, no era una atracción sexual. Yo tenía cinco o seis años, comenzaba el colegio y nunca había ido a la guardería.
No sé si era guapa, eso no era lo que me hechizaba. No soy capaz de entender por qué sentía algo especial en mi interior cuando la veía o pensaba en ella, ni por qué me imaginaba como lo mejor del mundo la imagen de nosotros jugando con la arena y, de pronto, un beso fugaz de nuestros labios encontrados, una caricia que para mí ahora carece de valor.

Fui creciendo y descubriéndome a mí mismo, llegué a los catorce y no era precisamente los ojos de las chicas lo que yo miraba. El deseo despertaba, y pronto una de aquellas me enseñó que con el mismo órgano muscular con el que hablaba podía hacer muchas otras cosas.

Y así fui creciendo, no buscaba amor, buscaba la diversión y el entretenimiento que aquellas bocas y aquellas ropas cortas y ajustadas me proporcionaban. Llegué a los dieciséis años y empecé a necesitar más, pero ninguna estaba dispuesta a darme lo que quería.
Así llegué a los roces, a las caricias íntimas, a disfrutar como nunca, a sentirme bien. Pero más pronto que tarde llegó el siguiente paso.
Diecisiete años, yo seguía sin enamorarme. Otra chica mayor que yo me enseñó los secretos que yo hasta el momento no había probado.
Fue así como descubrí que mi tesoro de ahí abajo como mejor estaba era escondido en la cueva del placer. Fui experimentando más y más, y ahora estoy medio vacío. Sé que todavía me falta una fase que logrará calmarme y llenarme, pero lo que no sé es cuándo llegará. Dicen que es lo más bonito del mundo, y que, como he comprobado, nunca sabes cuando puede aterrizar. Dicen que cuando estás enamorado el tiempo se para, y que lo único que quieres es empezar desde la primera fase con esa persona. No quieres correr, no tienes prisas, quieres ir despacio.
Te sientes como ese niño que ahora vuelves a ser, con esa extraña sensación en el estómago.

viernes, 1 de junio de 2012

A la velocidad de la luz.


Tras unos segundos el árabe está registrado en mi mente. Abro los ojos y practico este nuevo registro. Ya tengo doce. Alemán, chino, coreano, ucraniano, finlandés, árabe, francés, danés, húngaro… Son los pequeños tesoros que guardo en mi mente. El mecanismo es fácil: tras un breve silencio en el que la tecnología interviene, todo está en mi cabeza. Es por esto por lo que sé todo lo que sé, por lo que sé todo lo que quiero saber. Es cómodo tener todo lo que quieres, toda la información que necesitas. Mi abuela siempre refunfuña ante estos nuevos métodos tan habituales, y me cuenta historias que me hacen valorar lo que ahora sucede. No soy capaz de imaginarme lo que, como ella dice, es ‘hincar los codos’ y ponerse a aprender de verdad. Cada vez que tiene la oportunidad, con su voz desgastada por la edad y su mal humor casi permanente, me dice que a mis diecisiete años ella hacía esfuerzos que yo jamás llegaré a conocer. Sé que tiene razón. Ahora ya no vamos a la escuela, cuando tienes quince años decides en qué quieres trabajar, decides lo que quieres ser. No hace falta que estés seguro de tu decisión, pues lo habitual es cambiar más de tres veces a lo largo de tu vida laboral. Te acercas al lugar mágico, y allí, tras una suma de dinero que debes pagar, te añaden los conocimientos que desees. Yo, tras dos años traduciendo libros de un idioma a otro, he cambiado y ahora quiero ser bióloga marina. En media hora tendré en mi mente todo lo que tiene que tener una bióloga. Pero el problema está en encontrar el trabajo, el método por el cual te devuelvan todo el dinero y más del que te has gastado. Y eso es lo difícil. Si todos los que tenemos dinero lo sabemos todo, y los que no tienen dinero no saben nada, esto se va a pique, todos lo notamos. Los ricos somos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. ¿Y qué vamos a hacer en contra de esto? ¿’Hincar los codos’? Simplemente, la tecnología avanzada no nos hace avanzar tanto como al principio pueda parecer.