Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

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domingo, 5 de enero de 2014

Año nuevo, lo mismo de siempre.

Supongo que primero debería exponer en mi cabeza las ideas que quiero plasmar, darles forma y comenzar acto seguido. Pero se trata de emocionar, de hacer que esto os toque tan hondo como tocamos fondo alguna que otra vez. Quiero que alguien atrapado en la monotonía de un día cualquiera, me lea y esto desencadene algo en su interior.
Estoy aquí, esperando escribir un texto lo suficientemente sorprendente para que no lo olvides al menos en las próximas horas. Tú también estás en silencio, atento, esperando la próxima reflexión que dicte. Me pregunto si he conseguido captar tu atención con esto o me lees porque ya formo parte de tu rutina quincenal o mensual. Ambas opciones no me dan de comer, pero sí me alegran el día. No entiendo por qué tiene que ser menos importante.
Me encantaría hacerte sentir ligero.
Me encantaría que leerme fuese la afición de alguien.
Lo que me gustaría más todavía sería tomarme la vida en serio. Escribir en serio. Hacerlo y no simplemente decir que lo voy a intentar con todas mis fuerzas. Pero no nos engañemos, tú, al igual que yo, también te pasas horas con el 'sólo un poco más' y el tiempo sigue corriendo. En la cama, en la ducha, con el móvil o en frente del televisor o del ordenador.
Me avergüenzo de estos hechos e intento forzarme a creer que no me representan.
Por supuesto que me representan, nos representan: una sociedad enferma de estrés que practica mal la calma, siempre cuando no debe. Está claro que no soy la única que se sentó a estudiar el día anterior y el mecanismo de estudio rápido ya no le funcionaba.
Siempre me digo que mañana empezaré a hacerlo bien, a hacerlo todo como se debe. No sé si soy un caso perdido o me exijo de más.
Tengo la teoría de que cuando sabemos que valoran lo que hacemos, actuamos de distinta manera, como si nos deshiciésemos de nuestros fantasmas y sólo quedase de nosotros la esencia. Si el ser humano fuese un jardín, la esencia sería lo que queda al arreglar el terreno y arrancarle las malas hierbas.
Somos esa mezcla de mercurio y oro. ¿Es el hecho de que haya menos lo que le hace al oro valer más? ¿Es el hecho de que el mercurio sea peligroso lo que le hace valer menos? Dicen que la parte de nosotros que no se hace notar también puede ser peligrosa.
Llamo "esencia" a lo que queda de nosotros cuando algo nos hace resplandecer, quizá una desgracia por lo mismo. Cuando algo despierta nuestra humanidad y humildad. En esos momentos todo lo demás no importa.
Cuando el dolor se hace protagonista, desaparece la importancia que le damos a la apariencia.
He intentado hacerlo lo mejor posible, pero siempre es posible algo mejor.
Me encantaría dejar de enredar y ser capaz de contar una historia.
Pero no sigo ningún guión. No sirvo para seguir las pautas.
Un año más, siento que no sé escribir, pero me gusta.
Esto sí me representa.