Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
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viernes, 15 de junio de 2012

Nacer y morir, como el amor y el odio.

Nacemos, después queremos comernos el mundo, nuestras ganas de vivir se creen la cumbre del árbol Existencia, pero en realidad el momento de llegar al pico más alto de esta montaña es cuando sentamos la cabeza. Vivimos, llevamos miles de responsabilidades en nuestro interior, pero esta cabeza ya madura es medianamente feliz y 'va tirando', porque se conforma con esa vida cotidiana sin sobresaltos si al fin y al cabo, vive.
Pero pronto algo dentro de nosotros vuelve a realizar un cambio. Aparcamos en el medio siglo, falta mucho para poner el cuerpo entero en otro lugar que no es este suelo, pero ya nos sentimos derrotados. Ya no estamos en lo más alto, hemos retrocedido. Pensamos, pensamos demasiado; volvemos a estar llenos de inquietudes, intentamos hacer ver que estos años que nos pisotean no lo hacen con tanta fuerza, que seguimos siendo aquellos adolescentes, tanto psicológica como físicamente. Como cualquiera de ellos, no reconocemos lo que en cierto modo parecería imposible de negar; nos obcecamos y decimos que este cuerpo aguanta, porque siempre ha aguantado.
Seguimos retrocediendo a medida que el tiempo pasa. No existimos, intentamos comernos el mundo, sentamos la cabeza y vuelta a comernos el mundo, y vuelta a dejar de existir.
Tenemos ya los ochenta y uno, la anterior batalla perdida pero con algunas razones para sonreír. Pero aún siendo más expertos que nadie, nos tratan como a niños. No nos enteramos, quizá volvamos a necesitar tanta ayuda como esos seres de incluso menos un metro de altura que nos resultan tan lejanos y tan aferrados a la vida, tan contrarios a nosotros. Pero no están tan lejos como pensamos.
Y así vamos fase por fase, hasta que volvemos a dejar de existir. Curioso circuito el de la vida, terminar de la misma manera con la que todo empieza.