Es otra noche más en ruinas, pensando de más, sin ningún problema que destacar porque simplemente todo es un lío demasiado grande que carece de posibilidades de desenredarse. Todo está tan mal que la única opción válida para canjearla por un leve y deseado bienestar sería reiniciar la partida, o al menos volver a un punto fijado en el pasado aún sin cicatrizar. Y esto es imposible.
Esta partida ni se gana ni se pierde. Esta partida se juega, y así no es de extrañar que terminemos cansados, agotados, sin ganas ni de coger una bocanada de aire fresco, pero siempre necesitando una calada de algo que nos contamine, que nos llene de la sucia podredumbre que nos rodea y que ocupa el interior de nuestro cuerpo.
Es eso de sentirte intensamente contaminado. Somos basura y estamos rodeados de ella, y gracias a ella es por lo que sobrevivimos. Cavamos nuestra propia tumba, pero no hemos muerto todavía.
Tambalea el suelo bajo nuestros pies y todo es muy frágil. Perdemos demasiados minutos, demasiadas horas, demasiados días.
No hay pautas, no hay reglas, no hay mandos ni cámaras que capten tus movimientos. No vas a perder, no vas a ganar. ¿Te suena?
'Lo importante es participar'.