Lo cierto es que estoy improvisando cual músico. Me siento libre. Escucho los pájaros, aquí abajo, sin saber bien si son pájaros o qué cojones son, pero ayudan. El cielo está nublado y no veo las montañas, pero sé que están ahí. No es difícil imaginarse algo que ya has visto. El césped recién cortado, el viento recién levantado, y yo... Bueno, yo... Intento hacer lo de siempre.
Mi mejor amiga está colgada al cuello y no necesito nada más. Quizá luego camine descalza por las calles y le enseñe los lugares más bonitos que conozco, juntas podremos hacer que el aspecto actual del lugar sea eterno con un simple sonido. El sonido del obturador.
Pone Switzerland, ¿sabes? Y es rojo con una cruz blanca, como las pequeñas casas que rodean el jardín. Esas casas de cuento.
Cada siete trinos de un pájaro intranquilo, un golpe seco en el palo de ese rectángulo grande y con red. ¿Este? También con su afición, disfrutando. Ese golpe seco es un chute con botas blancas que nadie va a parar. Quizá debería estar en la portería.
Y allá voy, improvisando por segunda vez.