No me defrauda el amor, me defrauda lo que vosotros llamáis amor.
Necesitáis a una persona para dar sentido a vuestra vida, para no sentiros solos. Necesitáis compartir de alguna manera, sentiros vivos.
Es por eso que veo a niñas de catorce años que propagan por ahí la virginidad que han perdido, como si fuese un juego, como si no importase. Niñas perdidas, que asumen el papel de súbdito y se someten, la opinión del otro ahora es la suya, la que hay que defender con uñas y dientes. Acceden a ejecutar las acciones que por la televisión ven y critican. Dicen haber encontrado el amor de su vida, pero en las tres semanas que llevan, no les podría haber dado tiempo ni a buscar.
Y qué decir de los chavales, con su preciosa joya, la que pudieron encontrar, posiblemente la más abierta y la más confundida de todas. Sin maldad, sin pensarlo dos veces. Se dejan llevar y lo único que piensan es si todo aquello se parece a la normalidad que tantas veces han visto reflejada. Y sí, la 'normalidad' que los ojos ven día tras día, es como aquella.
Pero el asunto no sólo va de chavales cuya aventura no pasará más allá de un vago recuerdo infantil que pronto se darán cuenta de que así era. Recordarán los actos llevados con inocencia, con afán de imitación, como en una película antigua cuando dos críos aún más aniñados se rozan los labios en señal de una amistad que supera a todas las demás que han conocido. Crecerán y se darán cuenta (cuando encuentren algo menos parecido a la virtualidad, algo más real, más exacto) de que podrían haber esperado, pero estaban ansiosos de cambio. No se arrepienten, pero se avergüenzan.
Sigues creciendo y buceas en un caos de mundo adolescente. Todo es tan rápido y confuso que tus ideas no llegan nunca a aclararse, actúas en busca de sorpresas. Puro morbo. No existen reflexiones, como mucho, aquella chica se echará a llorar un rato y luego se le pasará. Se enamorará del chico con el que ni si quiera ha mantenido una conversación, pero intentará conocerlo a fondo espiando sus múltiples redes sociales y cómo se desnuda en cierto modo su yo interior en ellas. Y aquel chaval perdido que no tiene vigilantes, probará los porros y se enganchará. Pero no compra, le invitan. Y esa es la mejor excusa. Drogas tan introducidas en la sociedad que ya no asustan. Sexo torpe y adolescente, tu íntima aventura que, no se sabe como, al final todos por el pasillo la conocen.
Amor, traición, alcohol, fiesta y amigos criticándose. En definitiva, únicamente buscan bulla y escapar.
Qué decir, si al fin y al cabo, lo que estamos haciendo es simplemente eso: probar.
Tan sólo estamos probando.