Me pregunto si alguna vez la tuve. Por qué esta sensación tan extraña. Ya es costumbre que me tomen por algo que no soy, que insistan en que todo lo hago bien y en el fondo se decepcionen viendo como no soy capaz de hacer lo que supuestamente es en lo que destaco.
Nunca tuve palabras. Nunca tuve oraciones. Nunca te tuve, talento. Nunca tuve el dominio de las letras, nunca jugué con ellas, nunca quisieron jugar conmigo. Nunca tuve cojones, nunca los voy a tener.
Decepción. Decepciono. Mis palabras me decepcionan a mí. Es una cadena, una maldita cadena; ¿qué he hecho mal? Quizá perdí la suerte. ¿Conoces la sensación de haber tenido algo y haberlo perdido? Yo busco la inspiración entre sombras y no es que no la encuentre, es que para ella ya no existo. Si es que se la vendí a alguien, no he recibido nada a cambio.
Sólo sé que me avergüenzo de cada una de mis palabras, de cada uno de mis intentos. Escriba lo que escriba, haga lo que haga, tengo que pagar lo justo. Mi cabeza, mis escritos... Ellos no aceptan el cambio. No quieren cambiar de moneda, no quieren aceptar, no quieren tragar... Supongo que soy yo la que no quiere cambiar. La que no quiere aceptar que todo cambia, que todos cambian. Todos cambian y me quedo atrás. ¿Por qué? ¿Por qué no soy capaz de aceptar el cambio?