Abrí los ojos y desperté de mi sueño. Me dice que el sol sale igual aunque no suba la persiana. ¿No es triste tener una vida maravillosa y no poder dormir por tener pesadillas? Estoy a gusto cuando duermo. En mis sueños la vida es un sueño.
La sal de la vida, echarle aceite a la comida, bailar a oscuras, sentir que la atmósfera es tuya. Esta vez es tuya.
Enciendo la
lámpara y la pesadilla ha terminado. Existe un instante casi imperceptible
entre el momento en el que el mal sueño se apaga y el momento en el que vuelvo
en mí; en ese instante aún no comprendo dónde estoy, quién soy y cómo me tratan
los días. Es entonces cuando, durante aproximadamente una milésima de segundo,
me siento liberada.
Me pregunto, Irene, ¿por qué estás triste si ves el mar desde la ventana? A veces el cuerpo
te pide más y más y el corazón más y más y la mente más y más pero qué es la
arena sin la playa, qué es la brisa sin el mar, qué es el árbol sin su bosque.
Ya ves, un árbol solitario. Qué es mi cuerpo sin mí, eternamente encerrado en
un túnel sin luz, con el pelo alborotado y negro que más pronto que tarde
empezará a ser gris. Pero no será gris si no estoy. Qué es mi corazón sin mí.
Un corazón abandonado.
Perderse es la única opción para salir de este laberinto, hacia arriba como el agua cuando hierve. Me
evado, levito y estoy fuera. La roca en tu boca pide más. Me pregunto qué es lo que menos sentido tiene, si la arena sin la
playa, mi cuerpo sin mi alma o que esté triste mirando al mar. Si lo importante
es sentir algo...
No te sigo, digo, que no te entiendo, no
logro comprender adónde quieres llegar ni qué piensas ni por qué lo piensas ni
por qué no lo dices en voz alta. Me estoy volviendo loca.
Estoy en el cielo
porque estoy en las nubes. Me digo, si quieres amar despréndete de tu egoísmo.
Me dosifico como el Ventolín.
Yo amo a Muriel
y amo a mi hermano, amo a mi madre, amo lo que escribo, amo el agua de la que
bebo... ¿Alguna vez has caminado por la orilla sobre las huellas de otro?
¿Alguna vez...? ¿Recuerdas cuando tenías
quince años? ¿Recuerdas cuando tenías diez?
La belleza
exterior me entra por la retina y la recibe mi cabeza, la interior me la quedo
dentro del pecho y, con los ojos cerrados, la pienso en bucle y la siento. El
calor me ata una soga al cuello, como los compromisos. Siento que escapas de mí
como los pájaros de la tormenta.