Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

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domingo, 1 de febrero de 2015

Panorámica del presente.

Odio todo esto de fingir que nos va bien, que no dudamos, que somos personas seguras de sí mismas. Deja de fingir afuera, sincerémonos aquí dentro, nos parecemos tanto que me dan escalofríos...

Me repito. Sueño con unos labios y temo al frío que estropea los míos. El calor de la calefacción y la aspiradora, tan incompatibles, se mezclan en el ambiente. Estamos limpiando la casa porque mi primo vuelve. Estoy segura de que seremos los mejores anfitriones y se irá de aquí con la imagen de un hogar en el que sus tíos y primos siempre están juntos, no suelen gritarse, se comunican, respiran amor y paz. La verdad es que pagamos nuestro mal humor los unos con los otros, peleamos y cuanto menos nos cruzamos, cuanto menos tiempo al día pasamos juntos, mejor. Nos va a costar mantener la compostura una semana. Nos queremos y eso es lo que nos salva y nos hunde al mismo tiempo.

Fuera todo va bien. No me dedico a fingir, respiro aire puro y me siento mejor que nunca. Es la segunda noche del año en la que celebramos el paso a la mayoría de edad de un amigo. Todo son porros y condones. Ya no me siento apartada por esto. Siempre hay alguien más que no y juntos nos preguntamos de dónde sale tanto dinero para cada uno de los vicios.
Te quiero igual con un porro en la mano, te miro a los ojos y sigues siendo aquel niño; duele, pero es una punzada de dolor que dura un instante y se va. Eres aquel niño y este hombre y te quiero así, por este tiempo que se nos escapa entre los dedos y mil motivos que no son tan importantes.
Se introducen algunas caras nuevas y es agradable, como cuando pruebas a hacer algo nuevo y lo disfrutas, pero siempre te ha gustado escribir y vuelves, vuelves a escribir porque nunca vas a dejar de querer hacerlo.
Nunca sustituiré por una nueva compañía a alguien que me ha visto crecer.

En mi último año de instituto todo es ansiedad y lágrimas. Supongo que los adultos no dejan de llorar: aprenden a admitir que lo necesitan.
Sigo sin encontrar a nadie, sigo sin saber buscarlo, veo unos ojos bonitos y una voz amable y a veces dudo. Pero ni yo soy el Ulises de James Joyce ni tú mi Odisea que nada tiene que ver con el libro que estoy leyendo.

No asisto a clase, subo a la terraza que me salva los días con dos abrigos y siempre frío, frío, frío. Los que tienen que saberlo lo saben: si tienes fiebre, en vez de un trapo mojado puedes usar mis manos.
"Vamos a analizar la siguiente foto panorámica que presenta un paisaje industrial..." Coloco el trabajo copiado y a medias encima de este folio y me engaño. Soy la siguiente. Diecisiete años y trescientos cincuenta y seis días. No sé qué es lo que está pasando.